El sector de la agroalimentación está avanzando de manera exponencial en el desarrollo de sus estructuras empresariales para situarse en la posición que le corresponde ocupar dentro de la economía nacional. Su potencial económico, su capacidad exportadora, su impulso en la creación de puestos de trabajo, entre otras cosas, está llevando a sus empresas a un rápido proceso de profesionalización interna. De esta manera, uno de los aspectos muy importantes a desarrollar por estas empresas de agroalimentación es el proceso del relevo generacional.


Es fundamental abordar esta cuestión en un sector que tiene un fuerte componente de empresa familiar, cuyos orígenes en muchos casos es tradicional y arraigado en el tiempo, que permita que las nuevas generaciones, más y mejor formadas, puedan incorporarse a la empresa con plenas garantías de continuar el proyecto, tanto en relación con el resto de miembros de la familia que participen del proceso como del fundador o fundadora del mismo. Hacerlo es importante, pero hacerlo bien es fundamental. Las estadísticas afirman que sólo el 30% de las empresas de carácter familiar superan el proceso del primer relevo generacional. Y el 15% en el caso del segundo. Sin duda, estas cifras van mejorando en la medida que estos trascendentales pasos de relevo se preparan con más tiempo, se planifican de manera personalizada y se encarga a profesionales expertos en la materia.


La herramienta más común, y también la más eficaz, es el establecimiento de un Protocolo Familiar. Ello no significa la redacción de un documento donde se recojan cláusulas y condiciones, sino que conlleva un proceso interno más complejo que requiere de una asesoría y consultoría muy profesionalizada y con experiencia si lo que se busca es el éxito del mismo. Es necesario conocer la idiosincrasia de la empresa, pero también la realidad de cada uno de los miembros de la familia, su potencial, su preparación, sus aspiraciones, sus deseos, etc…. elementos esenciales con los que lograr encajar todas las piezas de manera natural sin que ni la familia ni la empresa se resiente en sus relaciones futuras. Un Protocolo de Familia que engarce también las necesidades personales de cada uno de ellos, pero también las profesionales que requiera el funcionamiento óptimo de la empresa. En definitiva, el documento permite establecer los canales de incorporaciones paulatina de las nuevas generaciones a la empresa y, al mismo tiempo, preparar las salidas de los fundadores o generaciones anteriores.

Fuente: Redacción/Galán Asociados

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